El secreto de las cosas bien hechas se encuentra en hacerlas despacio y sin prisa; como decía mi abuela Aurelia “poco a poco”.
Platos simples o sofisticados, pero bien elaborados, la materia prima de primera calidad es prioridad y sobre todo con mucho cariño y dedicación en su preparación.
Un local puede ser pequeño, simple, sin pretensiones y a la vez ofrecer una cocina de calidad, con un servicio amable y cálido que nos hace sentir como en casa o bien puede ser un lugar ostentoso con una cocina vanguardista pero que de igual manera hay pasión y amor en el trato con la materia prima. En ambos casos disfruto sentarme y observar la forma con que estas dos pueden sorprenderme y satisfacer mis expectativas.
Porque como dicta mi filosofía y las recetas antañas de cocina: "Tanto en la vida como en la cocina las cosas se hacen grandes; poco a poco el aceite y el ajo se llaman alioli. Sin prisa, a su tiempo, la harina, el aceite y la leche se tornan bechamel y el fuego poco a poco pocha cebollas, liga salsas y difunde aromas”.
En mi cocina la única bedette es la materia prima el resto solo somos actores que interpretamos su esencia. Las escogemos minuciosamente porque deseamos transformarla y que de esta manera desarrollen su mayor expresión, actores dedicados con incansables horas en un escenario como lo es Palermo Buenos Aires.
Ese es el secreto de todo buen chef o restaurante su alquimia, su conocimiento y su pasión puesta al servicio de la materia prima y el comensal.
Por otra parte es nuestra responsabilidad transmitir a toda nuestras familias de cocineros esa responsabilidad, dedicación y nivel de detalle para lograr un producto entrañable.
Porque al final cada comensal vivirá la experiencia que quiera vivir; su remembranza hacia esa cocina que se cocinaba en su hogar llena de tanto amor o quizás este buscando una experiencia sub real para satisfacer sus más altas y sutiles expectativas.
Cualquiera de las dos son válidas pero todo nace de la materia prima, del cariño y la pasión que le pongamos cuando la trabajemos.
Y esto no lo aprendí en una academia gastronómica, lo aprendí mirando a mi abuela observándola cocinar con tanto amor y dedicación.
Al final termino concluyendo y dándole valor a los principios y buenas costumbres que aprendemos desde pequeños y nos influyen en nuestras vidas adultas.
Por lo menos en mi caso, así lo fue.
Ariel
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